La vida de X

Narrativa. Novela sobre un ciudadano asocial.

sábado, mayo 27, 2006

Cápitulo 11: La soledad sonora

X se encuentra en su desempleo. Sus manos asen un libro santo para él. Un libro que le enseñó tanto como las excursiones del veneno. Así habló Zaratustra. No sabría contar las veces que lo ha leido, ni las veces que no ha llegado a entenderlo. Es denso como el tráfico en la mañana, como el chocolate del primer día del año. Sin embargo, conserva una lucidez tan envidiable, que cualquier presunto escritor debiera detenerse en él un año, al menos.

X relee el pasaje preferido desde su infancia. "De las moscas del mercado". Un alegato razonado y endiabladamente conciso, sobre lo saludable del apartarse, del mantenerse ajeno.

X está sólo. Probablemente en las cinco horas que restan del trabajo no entrará nadie, y hoy su pulso es normal. No debiera, por la cantidad que fumó ayer, pero, se mantiene en huelga. Es lento y seguro.

Ase el libro, y busca el pasaje. Se sabe completamente solo en sus tres pisos de autos locos. Comienza a leer. Cada palabra cae como un bálsamo en su conciencia. Alguien ha sentido lo que él, alguien fue capaz de reflejarlo en boca de un místico ateo. Zaratustra enseña con firmeza: " Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad. Todo lo grande se aparta del mercado y de la fama: apartados de ellos han vivido desde siempre los inventores de nuevos valores ".

Tiempo atrás, cuando la droga aún no había distorsionado su matemática capacidad de aprendizaje, X quiso ser un inventor de valores. Renegaba de todo lo aprendido, y su discurso, aún siendo adolescente, hacia temblar la conciencia de sus doctos y paletos maestros. Sin embargo, el eco de su genialidad sólo persiste en ocasiones. La distorsión de la droga le ha hecho ser cada vez más inoperante. " Quizás debiera dejar la droga, y escribir, sólo escribir ". X sigue leyendo: " Tus prójimos serán siempre moscas venenosas; lo que en ti es grande - eso cabalmente tiene que hacerlos mas venenosos y siempre más moscas ".

Cuanta verdad en dos versos. X admira al sabio alemán, admira la brillantez de su locura. El mito del amor al projimo desvencijado en dos versos. La realidad del trato humano condensado en dos versos. Nietsche nunca necesitó a Dios para parecerlo. Sus palabras sentencian más que el libro entero de los salmos, más que el recortado evangelio oficial. " Lo que en mi es grande, hace a los demás pequeños; he aquí el rechazo sistemático de los demás a todo aquel que no sueñe con su vivienda residencial, su novia rica, su suegro manso. He aquí la muerte de tantos tildados de locos ".

En estos pequeños momentos, la sonrisa aparece en la máscara de X. Siente una comunión de pocos, de buscadores absortos, que releen pasajes intentando vencer sus hechizos, ver más allá de las palabras. Y, conforme se siente más agradecido a Dios por haber dado voz a sabios como el amigo Friedrich, se siente más terriblemente solo. Y afortunado.

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