La vida de X

Narrativa. Novela sobre un ciudadano asocial.

miércoles, mayo 17, 2006

Capítulo 4: El Edificio.

X camina taciturno, mientras la psicodelia reverbera en sus oidos. " Take it easy baby, take is as it comes ". Cabizbajo, abandona la escena dantesca del tren. Sube peldaño a peldaño, cada vez más denso y cargado. La resaca se combina con el brío del café. Lía un cigarrillo, imperfecto, más parecido a una trompeta que a un cilindro. Lo lleva renqueante a los labios, mientras camina. Ha olvidado el mechero. Siempre olvida el mechero.

Es consciente de que debe encontrarse de nuevo con su inocuo espacio de trabajo, esa cabina grisacea, inexpresiva, en la entrada de una vivienda. Dentro de ese mugriento garaje, tendrá que pasar la noche saludando a vecinos ebrios, cuanto menos, que vuelven a deshora a sus agujeros. Mal pagado, pero pagado. Únicamente el dinero le hace subir peldaño a peldaño, y la ilusión de otro viaje de su sistema nervioso al vientre de Shiva. X suda, no para de sudar desde que era un niño. De nuevo, odia su genética y se odia a sí mismo.

Mientras camina, intuye la situación que se avecina. El mismo gesto de despedida del cincuentón obeso al que releva, que emplea cada día, como en una sonata interminable, las mismas palabras para despedirse. De nuevo encontrarse solo al cargo de un submundo oscuro, de olor rancio, de tres pisos. Le produce una sensación de desasosiego, de desesperanza. " Quizás gane un sorteo, quizás algún día sea tan sucio como los rentistas a los que abro la puerta ". Comprueba a cada paso, que lleva todo lo necesario, de forma obsesiva. Derivas del thc, manías, trastornos. Se sabe trastornado, pero se dice a sí mismo que todo el mundo lo está.

Encuentra el mechero, y prende el tabaco. El consuelo que siente no es descriptible. Sabe que puede fumar toda la noche, en una cadencia de gestos y arranques de pulmón. Conforme se siente peor, se siente más cómodo. Así lo mamó en su núcleo familiar. Surrealismo en conversación constante, se interroga a sí mismo sobre las motivaciones de Dios para ponerle en situaciones como la que deviene en instantes.

Abre la puerta. Una tímida luz gris ilumina a su obeso compañero, receloso, vanidoso, resentido. Su sonrisa es ancha al verle entrar antes de lo normal. Sabe que así podrá marchar con su mujer, a nutrir su exceso. Se saludan. " Cómo te va ", dice Vicente, pendiendo un cigarro barato en su boca. " Supongo que bien ", dice X con la boca medio cerrada. " El trabajo es dinero, joven, y el dinero paga las facturas. Hasta la vista. Uno que se va...".

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