La vida de X

Narrativa. Novela sobre un ciudadano asocial.

domingo, mayo 28, 2006

Capítulo 12: La ciudad

X sufre de insomnio. Desde niño encontró en la noche el espacio de silencio y cordura que el día no ofrecía. Ese fue el motivo de la elección de su desempleo. Ese, y el visionado de taxi driver, donde un trastornado excombatiene elige el turno nocturno de taxi como salida profesional a la ausencia de sueño.

En su día libre, cuando intenta ordenar el sueño, reservarlo a la noche, y después de haber ingerido lo suficiente para callar a su estómago, intenta en vano, dormir. Esa palabra suena extraña en sus pensamientos. Es la utopía de X. Dormir.

Ha limpiado su agujero, cerciorándose de que no le visiten los insectos, hacia los que siente verdadero pánico. Derivas de la higiene excesiva de su pasado burgués. Ha preparado todo con intención de dormir, y se ha mantenido despierto dos días, desde su último turno de trabajo, para poder hacerlo en la noche, para huir del día.

Comienza el agónico intento. Prepara un porro inmensamente cargado de hachis. Después de disfrutarlo como un niño, siente la vacilante y confusa llegada del sedante. Siente el hipnótico bajándole, haciendole pesado. Apaga el televisor, e intenta dormir. " Dos días de abstinencia de sueño, debo poder dormir ". Se prepara mentalmente para ello. Deja, estrictamente, de pensar. Estira su cuerpo, vago y lacio, sobre el colchón, cubre su cuerpo, y adopta la postura adecuada. Todo en orden, la ropa del día siguiente sobre la mesa, el macuto preparado. El sedante haciendo su efecto reparador. Y comienza la angustia.

Pasan diez minutos. Aún vacio, no consigue nada. Si bien sus párpados siguen cerrados, pesados, y su cuerpo ya no está activo, en su mente un miedo escondido y lacónico le impide llegar al nirvana mundano del sueño. Siente miedo hacia las pesadillas, hacia el recuerdo de todo lo que ocurrió.

Media hora después, está fumando un cigarrillo. " Otro intento, esta vez sí ". El agotamiento no es descriptible, pero, aún así, el intento es vano. No puede conciliar el sueño. El sedante ya no está con él. Prepara otra dosis. La consume. El efecto es menor, pero reparador. " Otro intento, una vez más ". No duda en masturbarse para hacer de este un éxito. Ni aún así.

Una hora después, está fumando otro cigarrillo. Enciende la radio, escucha el boletín socialdemócrata. Todo va mal. No en vano, gobierna la derecha. Los voceros de la izquierda continúan con su perorata auto complaciente. Desesperación. Absurdo. Recuerda, tendido en la cama, a Harry Haller, y sus excursiones ficiticias en busca de algo que le hiciera sentir vivo. Se viste, y afronta la realidad.

Ya en la calle, desierta y mojada por el servicio municipal de limpieza, comienza a caminar sin rumbo. Pasa la sociedad de autores, su edificio modernista. Sigue caminando. Toma un atajo hacia Fuencarral, visionando las firmas desordenadas de los jovenes pintamuros. Intenta mantenerse vacio, buscando el agotamiento. " Camina, sólo camina ". Se repite a sí mismo lo anormal de pasar dos días en vela, y no encontrar reposo. Sigue caminando. Se cruza con un borracho, mendicante, asiendo las bolsas. Piensa en la propiedad, el nuevo ídolo, en como la sociedad de consumo otorga un valor artificial a los objetos." ¿ En cuanto estará valorado el reposo ? ". Sigue recorriendo Fuencarral, hasta llegar al conocido mercado de los modernos. La calle se muestra desértica, y flota en el ambiente un halo de soledad, de descanso. " Todas las conciencias ordenadas, estarán ahora ordenando su subconsciente. Quizás el mio sea el caos. Quizás tengo alguna batalla moral pendiente que ni siquiera conozco ".

Vuelve sobre sus pasos hacia el apartahotel. El portero duerme, frente al televisor. El buzón vacio. Los pasillos de moqueta roja, llamando a la locura. Abre su agujero, se tiende en la cama. El sol comienza a intuirse bajo una espesa capa de nubes. Ahora sí. Prepara el último golpe de cannabis, fuerte, muy fuerte. Se desnuda. Y cuando el sol está avisando al subconsciente colectivo de que debe emprender de nuevo su tarea, y comienzan a sonar las radios de los vecinos, las cafeteras, las persianas, X encuentra al fin el descanso. Otro día sin sueños, otro descanso agotador, que no reparará en absoluto una conciencia superior, y destrozada. Y X recuerda la expresión de su libro escolar de literatura: el desarraigo. X es el desarraigo.

1 comentarios:

Blogger Angel y Demonio ha dicho...

Que lindo! Me ha quedado un gustillo así como el que sentí al leer "El Lobo Estepario" de Hesse, me gustó. Quizás el pobre X está un poco bipolar en fase maníaca... quien sabe. Nos leemos! Saludos.

9:25 p. m.  

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