Capítulo 18: La Catarsis
X está desparramado en la cama. La fiesta ha terminado. La taquicardia es como una manada de elefantes. Ha esnifado, ha bebido, ha fumado hachis y cocaína. Su cerebro alucina, disparando pensamientos sin sentido. Son las 4 de la madrugada. El paro, el paro, el paro. X repite su desgracia. Mira al techo descreido, sabiendo que no podrá dormir después de dos gramos de cocaína buena, aún a pesar del hachis que ha comido y fumado.
X es un cadaver, pero aún respira de forma entrecortada. Le gustaría morir en este mismo instante. El alquiler, los pagos, el caos viene a visitarle. Volver a pedir ayuda a su odiada familia, con la consiguiente humillación moral. Vivir de nuevo una jornada de resignación cristiana, disimulando sus trastornos frente a su madre. Pedirle dinero, pedirle un psiquiatra, pedirle una vida subvencionada y alienante.
El bucle lleva varias horas en su cabeza. El paro, el paro, el paro. " No hay salida, y la fiesta se ha acabado. Ya no quedan caramelos ".
8 de la mañana. X sigue tendido, mirando al techo. La taquicardia ha disminuido, pero el pulso tiembla hasta el grado de no poder liar un cigarrillo de hachis. Los orificios nasales son ahora rojizos e inoperantes. X respira por la boca desde hace horas.
2 de la tarde. X, finalmente, duerme. Mañana no hay futuro, no hay empleo. Solo un obeso jadeando mientras duerme.