La vida de X

Narrativa. Novela sobre un ciudadano asocial.

lunes, junio 12, 2006

Capítulo 16: El momento y la dosis.

X está en su agujero. Todo está, increiblemente, ordenado. Desnudo, en el servicio, mientras el agua retumba en la bañera, hace del billete un cilindro, mirando atentamente el disco que sirve de superficie al polvo blanco. Con una tarjeta de propaganda, pica minuciosamente la sustancia, haciendo una estilizada línea sobre el plástico. El agua comienza a calentarse. El ambiente también. Erik Satie suena en un viejo radio casette. X se agacha, situando el cilindro en su orificio nasal. Toma aire, y lo expulsa. Rápidamente, divide la línea en dos, esnifando cada una por un orificio nasal. Guarda la dosis en una bolsa al vacio, la aleja del lugar, mientras la cocaína sube. Aspira con fuerza para acelerar la subida, y se mete debajo de la ducha. Mientras el agua cae sobre sus hombros, una extraordinaria sensación de poder se adueña de él. Los pensamientos comienzan a ir más rapido. El estómago se contrae, pero no tiene nada que expulsar. El agua le baña por completo, mientras el poder sigue consumiéndole. Se siente Dios.
Limpio por completo, mientras los acordes se siguen arrastrando lentamente, elabora de nuevo, a penas diez minutos después, otras dos líneas uniformes, y la esnifa con rapidez. El poder de la cocaína sube de nuevo, X no toleraría una bajada de esta bendita sensación. " Esto es increible ". Se mueve acelerado al cuarto de estar. Observa con asco varios alimentos sobre la cocina americana, que guarda con celeridad. Toma un papel, y se recuesta. Toma un boli de la mesilla de noche. Escribe unos versos, que no le convencen. No puede conservar la atención en lo que hace. De súbito, se acerca y desconecta el teléfono fijo, apagando tb el móvil. Retorna al servicio, tomando la droga y el cd en sus manos.
Elabora esta vez dos líneas muy gruesas de cocaína. Quiere el pico. Las inhala, observando las primeras muestras de sangre en los orificios nasales. Apenas queda medio gramo en la pequeña bolsa de plástico. " Es normal que tenga este precio, te hace sentir Dios ". La súbida es pletórica, y recostado, siente como la líbido se dispara. Se autocomplace.
Quiere el pico. No puede mantener la atención en nada. Está demasiado acelerado. El corazón bombea a gran velocidad. Empieza a sentir miedo. Decide algo típico de un consumidor ocasional. Esparce y pica lo que queda de la sustancia. Con el pulso acelerado, elabora esta vez unas gigantescas líneas, que inhala con descontrol. Se recuesta, sintiendo el estupefaciente golpeándole en el cerebro. Con el resto de la tarjeta, moja un cigarrillo y empìeza a fumarla. Grandes bocanadas de un humo denso, fuerte, llenan la alcoba. El ritmo cardiaco se dispara, pero el efecto de fumarla le calma, combinando el calmante y el excitante. Fuma el cigarrillo entero, sintiendo un ebriedad indescriptiblemente angustiosa. Quiere repetir. Quiere más. Pero no tiene más. Comienzan los problemas.
Fuma otro cigarrillo con los restos, mientras rebaña la pequeña bolsa de plástico. Su cerebro sólo quiere más. Elabora la última raya, esnifándola. El brío de la coca le inunda.
Cinco horas después, está fumando un cigarrillo de hachis, mirando al techo. No ha podido dormir, no ha podido escribir, no ha podido seguir el protocolo. Desesperado, abre un cajón sacando una caja de calmantes, y en largo trajo de agua, toma dos dosis.
Una hora después, duerme. Pero ha sido dominado. X no gusta de ser dominado.

Capítulo 15: El nuevo veneno.

X está en su desempleo. Hoy no hay trabajo. No puede mantener la concentración en el libro.
" Hace tiempo que el thc no hace su efecto. Hace tiempo que no me doy una pequeña fiesta en mi alcoba. Quizás sea el momento de recurrir al viejo remedio, al fuerte ". Mientras piensa esto, recuerda como Harrie Haller tomaba los polvos que le ofrecían sus compañeros de aventura en la estepa. Elucubra distintas justificaciones para hacer algo que su conciencia sabe realmente peligroso. Volver a tomar cocaína.
" Recuerdo esa sensación de poder, de autosuficiencia. Quizás me ayude de nuevo a escribir, a ordenar mi cloaca, a pensar. Pero debo tomarla solo, sin invitados, sin que nadie sea partícipe. No debo ser juzgado. Debo ordenar la toma, comprar sólo un gramo, tomarlo en el día libre. Reservar ocho o diez horas para dormir. No comer nada antes de tomar, para no vomitarlo. Elegir la música, el momento adecuado. "
En su adolescencia, la cocaína era la droga elegida para los fines de año. Sus compañeros de cárcel la compraban minuciosamente días antes de la fiesta alcóholica. Aunque era difícil consumirla en los servicios de cualquier tugurio atestado de gente trajeada y drogada, era el tema, el leit motiv de la reunión. Distintas excursiones al reservado cada veinte minutos ponían la suerte de un grupo de postadolescentes en común. Y el final de noche era una patética procesión de intoxicados en busca de un taxi libre.
Los pies de X se mueven inquietos, mientras videa la escena en su mente. Se siente orgulloso de tener un espacio propio, y de tener conciencia de como los psicotrópicos pueden elevar la conciencia.
" Sherlock Holmes se la inyectaba. Fumada es fantástica, esnifada una gloria. ¿Porqué hubo Dios de crear una sustancia así, si no fuera para su uso? ".
Quedan varios días para el fin de semana, la paga extraordinaria, y la toma. Pero X videará durante toda la noche la toma, haciéndola mucho más dulce y productiva de lo que será en realidad. Un acto de inconsciencia.

martes, junio 06, 2006

Capítulo 14: La Nada

X ha cumplido con su jornada de trabajo. Hoy, simplemente, no ha ocurrido nada. Son las diez de la mañana. Desnudo, tumbado, enboca el remedio marroquí. Quiere dormir, antes de la siguiente jornada de trabajo.

X adora que no ocurra nada. Es saludable contemplar la nada. " Quizás la ausencia contenga la respuestas ".

El hachis empieza a ejercer su mantenimiento. Como inconsciente enfermo mental, X aprendió en la adolescencia que esa droga le hacía bien. X no es amigo del alcohol.

" La ausencia de Aurora es la que me confirmó que ella sería la última y la primera. Que ella es la mujer. La ausencia de droga me revela lo insano de la sobriedad. Y la ausencia de amigos engrandece a Fernando ". La televisión emite una de esas falsas mesas de debate político, donde cada uno de los tertulianos es tan previsible como un sacerdote. Cada credo, básicamente los dos credos dominantes, representados por hombres con corbata y mujeres con tacones y ademán masculino. " Maldito Cánovas del Castillo, maldito bipartidismo ".
X para de mirar al televisor. Apaga la colilla, y sube la mirada a la lámina de Kandinsky que Aurora le regaló en su momento dulce. El hachis y los colores se hacen amigos. X sonrie. Admira a un pintor con tal pasión por el color. Y se detiene en las formas geométricas, que de forma inexplicable, sugieren un ritmo agitado y consecuente, como las tres primeras notas de la quinta del sordo.
" La ausencia de Aurora... Todos somos católicos enmascarados, en fébril búsqueda de pareja para hipotecarnos. Todos terminaremos tragando con la sanidad y educación privadas, y embriagandonos con los remedios legales, sentados junto a nuestros despóticos suegros. Mantente en silencio. Será el mejor remedio. " Los párpados de X comienzan a sugerirle el sueño. Y, como buen insomne, aprovecha la sugerencia. Apaga la luz, silencia el televisor, dejando la imagen. Se estira.
Trás una hora de silencio mental, el agotamiento toma el mando. X se siente afortunado. Un solo cigarrillo de hachis le ha llevado a la nada. Uno solo.

sábado, junio 03, 2006

Capítulo 13: El grupo

Hoy X ha cometido una imprudencia. Sabe que cualquier ser humano debe relacionarse con otros. Sin embargo, a veces la náusea le impide hacerlo. Y es entonces, cuando descuelga el teléfono, y llama a los que un día compartieron mesa en casa de sus padres. Por supuesto, una mesa llena de sustancias tóxicas, ante la ausencia de padres. " Debo relacionarme, debo al menos intentarlo ".
El grupo es sencillo, y por supuesto, ya no es un grupo. El tiempo y el ego han vencido a las conversaciones de adolescentes. Varias chicas, a cada cual más superficial, egocéntrica, y atractiva. Varios chicos, todos consumidores de drogas blandas y duras. Una hora de encuentro, un lugar público, y el alcohol como aglutinante. El lugar es la plaza de tribunal, justo en frente de su apartahotel.
Cuando, realizada la ablución, X se enfrenta al reencuentro, el primero al que ve es el que más simpatía le mostraba. Un comunista convencido, asiendo una copa en su mano izquierda, un canuto en su mano derecha. " ¿Cómo estás, desaparecido? ", exclama Carlos. La náusea comienza a manifestarse en el ego de X. " Debiera haberme quedado en casa ", piensa en su silenciada conciencia, mientras dirige el saludo a su antiguo conocido. " Bien, ¿y tú?. Ya licenciado, ¿verdad? ". Al marxista no le da tiempo a contestar. El grupo de tres chicas sentadas en el banco se dirigen hacia él. " ¿Cómo estás? ", exclama María, con su precioso pelo rizado cayéndole por la espalda. " Bien, como siempre ". Pronto, la segunda de las resistentes al paso del tiempo se presenta, y le abraza. Esta fue la amiga de X que debió ser su chica. Todo hombre ha sentido ese tipo de falsa amistad, que es deseo. Sin embargo X no era lo suficientemente cool para ser su pareja. X era un bicho raro, su compañía preferida para beber vino y ver películas de San Woody Allen. Rocío le mira detenidamente después de abrazarle. " Estás demacrado, sigues trabajando de noche, ¿verdad? ". " Sí, la noche es lo mío ".
La tercera de las chicas saluda a X con distancia. Era la adinerada y reticente, Sandra, la que siempre odio el temple izquierdista y excesivo de X. Todos vuelven al banco, pasando de mano en mano continuadamente cigarrillos de hachis. La conversación se va deteniendo en cada uno de ellos, en sus estudios, novias, trabajos, familias, salpicada de comentarios incoherentes y malintencionados, surgidos de una falsa confianza, de una falsa juventud. La náusea se manifiesta cuando le toca el turno a X. Reticente, y ya intoxicado, explica como el turno de noche es lo único que su habilidad social le permite, conjugada con su insomnio. Le miran como a un extraño. No en vano, no le han visto en meses.
" ¿Sigues estudiando? ", replica el marxista convencido. " Lo dejé ", exclama X, dosificando la culpa en su interior. La plaza está medio vacía, sólo algunos inmigrantes, y algún otro grupo en corrillo intoxicandose. Una de las chicas se levanta, y es el momento adecuado. X lía un inmenso cigarrillo de hachis bajo una de las farolas, y lo consume solo, entero, mientras le proponen ir a bailar. Aquí llega la catarsis. X no soporta bailar, pelear por un metro cuadrado en un lugar infectado de gente. Se despide. Promete llamar, pero todos saben que no lo hará. Sube al apartahotel, bien intoxicado. Pero desea el pico, desea la verdadera catarsis.
Se desnuda, se tumba, y ase la sustancia, mirándola. Disfruta oliéndola mientras la quema. Pronto el cilindro está en su boca. La televisión silenciada, emitiendo colores, siluetas publicitarias. Ocho largas caladas, y el pico. X ha escalado la montaña. Y confirma lo que insinuaba su niñez. No está hecho para el trato humano.